Poemas del libro En el jardín de piedra*
VI
Para Keidin Yeneska, mi eterno amor
Sé que me amas como un río noble
con el perfume del jardín
y con el dolor de tu sufrimiento
me amas con una mañana, con un atardecer
largamente quieto y atrapado
por nuestras manos durante enero
lo reteníamos para que no despertara
y así, amándote, aguantaríamos la noche
la noche que nos abría las puertas para el sexo.
Me quieres, me deseas, me amas con toda tu belleza
y tu desgano, la apatía de ser
mientras sola mirabas el techo de la habitación
sin risas ni lamento, solo melancolía.
Me has amado con el dedo lastimado de la traición,
también,
con tu propio miedo al amor
y el disfrute de estar conmigo a la deriva
aquí, en el Jardín de Piedra
tranquila respirando aromas de rosas veraniegas.
Así me querés, y te miro como se mira
un extenso cielo rojizo y amarillo vermelio
detenido
dulce y sigiloso para acariciar
como nuestros cuerpos.
VII
Me he decidido a evitar el Sufrimiento
que se eleva hasta el cielo,
a ese oleaje de padecer como un brebaje
para la amargura de la sed.
Ese Sufrimiento que encandila
al Silencio perpetuo, amigo de todos
las horas,
a una luz tallada en los tristes ojos.
No quiero detenerme bajo el cielo esculpido
de cemento, gris como estatua abandonada,
no quiero, me niego a detenerme en una nota
del solfeo melancólico, crepuscular.
Y si evito el Sufrimiento atroz,
carta de un juego a veces absurdo,
espero llegar al Pórtico que me saque
de un Museo llamado vida.
Llegando a mí mismo
me instalo cuidadoso y en el reposo
con la Fatalidad que no deja
permanezco.
Montevideo