Mi voz
Mi voz requiere de unos signos
inventados, tiempo ha.
Dar rienda suelta a mis palabras
arrinconadas.
Las oscuras, las límpidas, las eternas
y las efímeras.
A veces negras.
Mezcladas van las tardes luminosas,
las que quisimos sin fin,
y que acababan siempre demasiado
pronto.
Y mi espíritu está hecho
de aversión, de aprecios y de olvidos.
Encajo la mandíbula de pura rabia.
Me quedé traspuesto en su regazo.
No pensar, jamás, en lo que perdí.
Todavía recibo visitas de algún
recuerdo.
La redacción de un epitafio.
Tristezas de las despedidas.
Mi madre cuando se reía de mí.
Mi madre altanera, presumiendo de mí.
Sin ganas
I
Arácnidos discurren por la piel,
espaciados,
congelando los alaridos antes de
brotar al universo.
Mudo casi muerto, moribundo,
un ánima más entre espectros huidos,
perdidos eternamente.
El día después nació otra vida,
otra vida que no entiendo.
Limacos enormes nos devoran,
dejando rastros de saliva sobre los
huesos.
Osarios negros jalonan los parajes
allá donde mires,
justo antes de que tus ojos pendan de
tu cara.
Gusanos, escarabajos, arañas,
cucarachas, reptiles, serpientes,
todo aquello que se arrastra, todas
las formas inventadas por los dioses locos.
Escamas. Escrófulas. Escaras.
Esperpentos.
Arrastradas, pegadas al suelo
envueltas en babas,
arrolladas, ondulando bajo formas
escabrosas.
Gotea, gotean noches sobre la luz.
Sucia urbe,
menos luz sobre las casas,
el manto de hedor ahoga los brillos y
mueren vidas.
II
Otra vida que no entiendo surgió
el día que murió
el mundo que conocíamos.
Es terrible ver la muerte del hombre
cuando le sube la fiebre.
Cuerpo ardiendo,
con el calor que lo llevará al
colapso.
Y nosotros juntos en su derredor,
muy cerca, aprovechando el calor.
Otra vida que no entiendo surgió,
el día en que murió
el mundo que conocíamos.
Altares
En aras de vieja piedra
donde siempre hay gente rogando,
siempre pidiendo,
también en los altares modernos.
Los que van dando las gracias por los
alimentos
que ellos mismos han cultivado.
Los que agradecen las compras hechas
en el centro comercial.
Los recitadores de preces para el Gran
Conseguidor,
dando las gracias por el producto
cosechado
con el sudor de otras frentes.
Otros, recogen el óbolo dado
que dan los varados en los semáforos.
Los que claman por una justicia
esquiva.
Los que desean el castigo de otros.
(Para que aprendan. Se lo merecen.
Mano dura. Con firmeza.)
Estas guerras que no solucionan
conflictos (ninguna lo hizo).
¡Entonces!
Nos invaden seres miserables.
Lo peor de cada casa.
Gentuza pobre.
Desechos del submundo.
Desean de lo mío, me lo quieren
confiscar.
Estoy construyendo una valla
inexpugnable
Para, desde lo alto, ver a la chusma.
Esas insignificantes gentes que se
desplazan
como hormigas, en su loco discurrir.
Felipe
Fernández Sánchez por él mismo
Vine al mundo en Madrid mediado el siglo veinte, por azares del destino terminé trabajando en el mundo bibliotecario. Sin motivo aparente, soy de los que disfrutan leyendo: al poco tiempo, con una chispa de ingenio a lo que soy proclive, me percaté de que eso era lo mío, aún me acuerdo cuando descubrí Bartleby el escribiente de Hermann Melville cuando lo colocaba en su lugar.
Pasado el tiempo me dio por escribir, fruto de ello es el
blog “Inverosímil_felipe” http://inverosimilfelipe.blogspot.com.es/ en el que consigo comentarios amables de
familiares y amigos. Item más, se me ocurrió lanzarme a Internet y han tenido a
bien publicarme pequeños relatos en Sci-Fdi, Prosofagia, Planetas Prohibidos,
Ariadna rc , Letralia Tierra de Letras, Palabras Diversas, Axxon, El coloquio
de los perros, Monolito y Triadae.
Además han salido poemas en las revistas Ariadna rc, Almiar margencero, Destiempos, Palabras Diversas, Letralia: Tierra de Letras, Viceversa Magazine, Alhucema, Nagari, Sol negro, Archivos del sur y Babab. Colaboraciones en libros electrónicos: Una colaboración en Doble en las Rocas en conmemoración de los 19 años de Letralia Tierra de letras. (Sigüenza) El relato “El bibliotecario” para los veinte años de Letralia Tierra de letras.
Enhorabuena Felipe, donde puedo leer tu relsto El bibliotecario? Un abrazo
ResponderEliminarCarmen Marco