Holly dice que hay un cielo
Holly dice que hay un cielo
donde no hay trigales.
No hay muertos.
No hay tumbas.
Creo que la vida se nos escurre cada
día
esa chica extrañamente aceptaba mi
cuerpo
Mis labios, todo
También aceptaba la presencia de la
muerte.
Hoy quisiera álamo del camino
péndulo del mar
volver a caminar a cielo abierto.
Transponer el muro
Y dibujar imágenes nuevas
en mi mente.
Esas flores de la niñez
con las que jugaba en secreto,
me persiguen y consiguen felicidad.
Cuando mis alas te buscan
las veo iluminadas, frescas.
Y te veo a ti.
Tan cerca de Dios
y del infinito.
Dos cerros se entrelazan
con un sol en el medio.
Dos niñas me cruzan en la infancia
el cielo es violeta y me arrastra.
El trigal se viste de música celestial.
Y yo, Holly te espero
para abrazarte hasta el fin.
El señor de Iguazú
Los dedos del señor de los cielos
están aquí.
Aunque la garganta me anuncie
que el ceño de mi cintura
se va a sumergir desde el balcón
mi cuerpo, mi mirada
se recuestan sobre el infierno de este
sueño.
La lluvia cae
infinitas estocadas de duelo
entre mis ojos y esa garganta
dicen del Diablo, digo de Dios.
Tan solo la magnificencia de Cristo
puede hacer que esos vencejos
vuelen y sobrevuelen, el puñal de agua
que penetra esta profundidad.
Yo me agarro a la mano de una niña
que el cielo me regalo aquí, Iguazú.
En esta selva hoy torrencial
me agarro y me deslizo hacia ella.
y me elevo a esa luz tan poderosa
que es un cisma en mis pensamientos
socava huellas de imágenes anteriores.
Yo te siento y escucho Iguazú.
En el tren, el ciclo de los pájaros
retorna con colores incandescentes
coaties , selva y fantasmas
sobrevuelan el carnaval de estos
rieles.
La niña, ya no lo es.
Es una diabólica mujer de ojos azules
piernas temblorosas y largas
y cabello del silencio.
Yo te prometo que cuando este avión
se recueste sobre la selva exterior
los labios de estos dos estigmas
convertidos en santidad
este tiempo
se convertirán en señales
de un desgarro intenso.
y eterno.
El cielo firme sostiene la enorme
nervadura
de esta franca e infinita raíz,
de agua de ríos.
La noche se hace eterna y lúcida
y tus ojos no se despegan de mi mente.
La secuela de tu luz está aquí.
Elaboro en mis pensamientos
cielos y selva.
Noches de hielo y cansancio,
lunas rodeadas de vapor.
Hay pronto en mí, imágenes
de calles zigzagueantes.
Puestos de ternura y calor
ómnibus llenos de locura,
y de nuevo cielos
llovizna, soledad, amor.
Y tal vez por todo esto
te extraño tanto.
Sí. Solo tu imagen
acerca mi distancia
a la vida.
Y cuando te veo
Dios, eres esa voz
que me eleva.
Iguazú, tú, el ave acorazada
de plumas con colores
incandescentes.
Y en tus pies
llevas a mi niña.
Hoy ya mujer
penetrante y voraz.
Ojos verdes, de rocas que penden
de un ciclo de mitos alunados.
Brillo de amatista.
Y me acompañas
hasta el final.
(c)César Javier Altamirano
La Plata
Provincia de Buenos Aires
República Argentina
César Javier Altamirano (La Plata, 1964). Poeta inédito, ha difundido su obra a través de periódicos, concursos (fue premiado en el certamen Nacional de las Artes y de las Ciencias en la editorial Cátedra) y antologías tales como Escritores al fin del milenio, editado por la Municipalidad de La Plata. Manteniéndose
al margen de los circuitos, construye una obra singular e interesante. Tiene los siguientes títulos en espera: Salta y la luz, Desde el umbral de la revolución, El milagro, El mar y los niños, Lerma y los silencios.
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